En México no conocemos la Marihuana

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Aun recuerdo que en mis libros de orientación educativa de la secundaria, estaba la foto mal tomada de una rama con semillas y/o un porro cafesote y grandote para saber cómo y qué es la Marihuana. Causa adicción psicológica decían, se olvidaron de varios asuntos importantes que educar, sin embargo la experiencia hace al conocimiento por ahi dijo un filósofo. He probado mexican grass desde que tenía 16 años, conseguirla fue siempre una exótica aventura, desde épocas donde era inexperta pero sensual.

Viví erizas y riesgos en barrios que como mujer fue difícil, una odisea. Motas con windex, motas con coca-cola, pedirle al Paletas ‘uva o chocolate’, hierbas con espinas, hierbas cafés.  Nunca olvidaré la primera vez que vi un tabique, creo en la magia y la energía, esa vez la vibra del objeto me causo escalofríos.

Mientras el Internet llegaba a nuestras vidas yo vivía enamorada completamente de María, la información y la cultura a través del ruido de la línea telefónica poco a poco me orillaron a buscar la mejor calidad orgánica disponible en la zona urbana de mi Ciudad, la más estruendosa del mundo.

Mis pulmones, la cabeza, la pesadez. Se resentían químicos evidentes en cada calada y entonces me hacían tener curiosidad por el tipo de Marihuana que se consumía en diferentes partes del mundo, la marihuana en mi país me estaba cansando.

A mis conocidos les gusta presumir viajes, eran innumerables las positivas calificaciones de los Smoke Shops en Amsterdam, añoraba algún día poder intentarlo, vivirlo. La mala calidad de mi motita mexa, me hacía querer experimentar más, malditas drogas fuertes; sí tan sólo hubiera tenido a la mano buenos humos.

Otro tipo de marihuana que recuerdo muy bien, fue la ocasión de un viaje a Puerto Vallarta. Olorosa y orgánica, reflejaba una forma buena de cultivo, pero su genética dejaba mucho que desear. Ansiaba entonces semillas y quizá comenzar un auto-cultivo. Nunca dejaré de sorprenderme por gente presumida que plantaba y cuidaba esos cocos en sus azoteas, pero de aquellas motas espinosas que compraban en el Barrio, qué perdida de tiempo.

Un buen día de vacaciones en USA, un pariente me mostró en su mano una zip-lock miniatura con el logotipo de Superman, y así con una sonrisa me invitó a dar el rol, recuerdo que fumé dos caladas que cambiaron mi vida, aunque también fue la primera vez que el munchies se apoderó de mi cuerpo. La primera vez que fumaba una Strain, como debía ser, el olor era tan fuerte pero jamás desagradable, el sabor fue como masticar un pay de frutas para inmediatamente subirme encima de él para volar.

 

Después en mi ciudad fue difícil, sobre todo el precio. Pero a partir de ahí cada centavo valía la pena, aun con mis erizas prefería gastar 100 peso el porro que 200 peso el dolor de cabeza y de pulmón. Intentaba siempre pasármela bien; mi padecimiento lo ameritaba: la depresión.

Llegó el momento de estudiar en el extranjero, en aquella isla solitaria y depresiva, y lo peor era el precio para conseguirla, 20 esterlinas 2 gramos evidentemente para combinarla con asqueroso tabaco de liar. A mi parecer una marihuana mutante que ocasionó ansiedad y paranoia más que nunca en mi vida.

La aventura de visita en Amsterdam me hizo ver más allá de la calidad y los menús a precios accesibles. La tolerancia me abrió el panorama a otros cuestionamientos, sorpresivamente con su legalidad y comercialización, por ejemplo el índice de lugareños consumidores es menor que el de los turistas, esa no discriminación recae en la información distribuida con miras a la industrialización y beneficios a la economía.

Ahora todo ha cambiado, regresé a mis raíces en la Gran Tenochtitlán y llevo un tiempo preguntando cuáles son las diferentes clases de mota cuando voy a consumir, cuáles son los precios, cuál es su apariencia. Identifico las situaciones o síntomas que padezco para seleccionar la planta que fumaré.  Y si acaso me quieren ver la cara sin más la regreso, huele, sabe y se siente.

 

También opte por invertir en los accesorios. Un grinder pertinente me ayuda a almacenar el kief , ese jugoso cristal que me hizo salivar cuando decidí adquirirla, entre temporadas se vuelve un gran premio y se aprovecha mejor aquella inversión por producto.

Un vaporizador para aprovechar los compuestos de la planta cómo lo merecen, pues esta comprobado que inhalar el humo resulta un tanto dañino, es caliente y reacciona diferente ante combustión. Aunque con el hash y el dab es otra historia, el vaporizador hace posible su consumo.

Ya son unos cuántos años en la que la planta ha sido en mi vida un apoyo primordial para mis padecimientos, sin embargo me hubiera gustado que en mi época recreativa hubiera podido encontrar información y acceso a productos de calidad

 

 

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